La voz
- BPP
- 1 feb 2016
- 2 Min. de lectura
Cierro los ojos, tomo aire por la nariz y lo dejo salir lentamente por la boca y, sorprendentemente, sale un sonido.
Un sonido que tiene vida propia, procede y se produce en mi interior pero se genera de forma incomprensible para mí.
Un sonido que depende del día, del momento sale triste o alegre, suave o ronco, puede ser un grito o un susurro, trasmitir paz o inquietud, acariciar o abofetear... mil matices diferentes que reflejan el estado de mi alma, de mi ser más profundo.
Este sonido es mi voz, voz que me acompaña siempre y que sin embargo desconozco y he ignorado durante mucho tiempo. Sí, es verdad que de vez en cuando la he sentido como algo íntimo e importante, que llamaba mi atención y quería hacerse notar, pero que al final volvía a enterrarla entre quehaceres y cosa importantes, entre prisas y obligaciones.
La voz, mi voz, si me dejo llevar por ella me trasporta a un mundo que siento como "el dejarse fluir", como el dejarme hablar que me permite conocer qué tengo dentro, me siento conectada conmigo y en esa interiorización me expando dentro y me siento conectada, al tiempo, con el universo. Y, entonces, desaparezco: mi ser es no ser,...
Este estado me produce muchas sensaciones: intriga, deseo, disfrute, expectativas, desconcierto incertidumbre,... que me llevan a querer investigar a esta compañera de viaje tan desconocida.
La voz, mi voz, tu voz, nuestras voces son vibración, son ondas que arrojamos al aire y que nos preceden. Si fuéramos peces nuestras voces producirían olas que dependiendo de la intensidad, de la frecuencia, de a armonía nos sentiríamos mecidos en un océano de paz o inmersos en una tormenta aterradora.

La voz, mi voz, tu voz; con nuestras voces cantamos y compartimos y somos una sola voz, somos un solo momento, somos un solo corazón, somos uno eterno.
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